El acolchado, en su esencia, es la práctica de cubrir la superficie del suelo alrededor de las plantas; y lejos de ser un simple detalle estético, es una de las técnicas más poderosas y transformadoras de la agricultura regenerativa.
Para el cultivador de cannabis de exterior, dominar el arte de la cobertura significa pasar de simplemente cultivar plantas a orquestar un ecosistema. Significa trabajar con la naturaleza, no contra ella, para crear plantas más sanas y productivas con menos esfuerzo, menos agua y menos intervenciones.
En suma, crear un sistema de cultivo fundamentalmente más robusto y autosuficiente.
Las coberturas clásicas y sus secretos
Los acolchados orgánicos son la piedra angular del cultivo sostenible, derivados de materiales naturales que se descomponen con el tiempo. Cada tipo tiene una personalidad única, con un conjunto distinto de fortalezas y consideraciones estratégicas.
Paja y heno, el clásico rural
Un fardo de paja de trigo apenas atado con cuerda encierra miles de cañas huecas repletas de sílice. Al extenderse, forma una estera esponjosa que deja pasar oxígeno y frena la evaporación. Aplicar 5 cm tras el primer riego post-trasplante reduce hasta 40% los ciclos de riego durante olas de calor mediterráneas. Eso sí, conviene mullirla cada 3 semanas para evitar que se convierta en refugio de limacos.
El heno, en cambio, es más problemático porque conserva hojas y semillas, pero ofrece más nitrógeno (aprox. 1,4%) y resulta ideal durante el estiramiento vegetativo del cannabis. Eso sí, seca al sol antes de usarlo para desactivar semillas y hongos saprófitos.
Astillas de madera, micelio a la carta
Cannabicultores en climas boscosos depositan astillas de pino o cortezas de roble envejecido al menos 12 meses. Durante ese periodo, la población de hongos filamentosos coloniza la lignina y neutraliza el “robo” de nitrógeno que puede producirse al utilizarse frescos. Colocar 7 cm alrededor del tallo, sin tocarlo, crea un tapete que libera nutrientes lentamente durante varias temporadas, perfecto para cultivos sin labranza permanentes.
Hojas secas y moho del bueno
Cuando se deja que el otoño siga su curso, las hojas trituradas con una desbrozadora forman moho en 6-9 meses, rico en ácidos húmicos. Utilizado en cultivos de cannabis, mejora la infiltración de agua y “cura” suelos arcillosos. Se recomienda una capa de 8 cm al cierre de la temporada para que descomponga en invierno y alimente el lecho antes de la próxima siembra.
Restos de cannabis para cerrar el ciclo
Tras la manicura, las hojas, tallos y raíces se pueden fermentar con salvado y microorganismos en un cubo hermético durante 14 días. Al abrir, se esparce una lámina de 3 cm y se cubre con paja. Los tricomas residuales alimentan bacterias y la lignina de los tallos añade porosidad. Cultivadores reportan hasta 10% más biomasa en cultivos sucesivos gracias a este “mulch autóctono”.
Algas marinas, un oro líquido
En la costa cantábrica, los cultivadores recogen sargazo arrastrado tras mareas vivas. Lavado un par de veces y extendido en capa de 4 cm, aporta potasio, boro y citoquininas que potencian la floración. Además, su textura gelatinosa retiene agua, útil en suelos arenosos; pero es crucial retirar conchas que aporten carbonato de calcio y puedan desequilibrar el pH o introducir patógenos marinos.
Cáscaras de arroz como anti-hierbas
Investigadores del USDA demostraron que una cobertura de 1 cm de cáscara de arroz evitó el 100% de germinación de mastuerzo y hepáticas en macetas. Su densidad ultraligera facilita la aireación, lo que las hace perfectas en macetas SmartPot donde el sustrato tiende a compactarse. En exteriores ventosos se sugiere humedecerlas o mezclarlas con 10% de compost para evitar que salgan volando.
Césped seco y podas de jardín
Gratuito y abundante, el césped se transforma en un mulch nitrogenado de campeonato si se deja pre-secar 48 h. Una capa superior de 4 cm puede fermentar y alcanzar 60 °C, dañando raíces tiernas, por lo que usa capas finas y repite semanalmente. Asegúrate de que el césped no esté tratado con herbicidas, que podrían pasar al cannabis a través de la lixiviación.
Las coberturas vivas son tus mejores aliadas
Más allá de la materia orgánica muerta, existe un enfoque más dinámico: el uso de plantas vivas como cubierta vegetal. Conocidos como “acolchados vivos” o “cultivos de cobertura”, estos sistemas transforman el suelo en un ecosistema activo y simbiótico, aunque requieren una gestión activa para equilibrar la cooperación y la competencia.
El trébol, especialmente variedades de bajo crecimiento como el trébol blanco holandés, es el compañero por excelencia del cannabis. Su superpoder reside en su relación simbiótica con las bacterias Rhizobium, que viven en sus raíces y son capaces de capturar el nitrógeno del aire y convertirlo en una forma que las plantas de cannabis pueden absorber, lo que proporciona una fuente de nitrógeno gratuita y de liberación lenta.
Además, como cubierta densa, suprime las malas hierbas, conserva la humedad y atrae a insectos beneficiosos. La clave de su uso es la técnica del “cortar y soltar”: cuando el trébol crece demasiado, se corta y se dejan los recortes sobre el suelo, donde se descomponen rápidamente, liberando el nitrógeno acumulado y fertilizando el cultivo de cannabis.
Otras leguminosas como la veza vellosa (Vicia villosa) son fijadoras de nitrógeno aún más potentes, capaces de ahogar casi cualquier mala hierba primaveral. Sin embargo, su vigor es también su mayor riesgo; si no se controla, puede trepar y asfixiar a las plantas de cannabis. Por ello, a menudo se utiliza como un cultivo de cobertura que se siembra antes y se corta o aplasta justo antes de trasplantar el cannabis, creando una gruesa alfombra de acolchado natural rica en nitrógeno.
La frontera sintética como elección filosófica
En el extremo opuesto del espectro se encuentran los materiales sintéticos como el plástico negro y la malla geotextil, que representan una filosofía de control sobre la naturaleza, en lugar de colaboración.
El plástico negro es eficaz para controlar las malas hierbas y calentar el suelo, lo que puede acelerar el crecimiento temprano; sin embargo, sus inconvenientes son graves y a largo plazo. Al ser impermeable, asfixia la vida del suelo, matando a los microorganismos esenciales y creando un entorno biológicamente muerto, además de aumentar la escorrentía, arrastrando fertilizantes a las vías fluviales; y con el tiempo se degrada en microplásticos que contaminan el suelo y el agua durante siglos.
La malla geotextil o tela de jardinería se promociona como una alternativa permeable, pero su eficacia es a menudo un juguete roto. Con el tiempo, el polvo y los restos orgánicos se acumulan sobre la tela, creando una nueva capa de suelo donde las malas hierbas germinan felizmente. Peor aún, sus raíces se enredan en el tejido, haciendo casi imposible su eliminación y degradando igualmente la vida del suelo que hay debajo.
La elección entre coberturas orgánicas y sintéticas es, en última instancia, una elección filosófica: nutrir un sistema vivo y autosostenible o suprimir la naturaleza con un alto coste ecológico.
Dominando la técnica de la cobertura y solucionando problemas
El conocimiento teórico es la base, pero la ejecución es lo que marca la diferencia. Independientemente del material orgánico elegido, la regla de oro es el “método del donut”: nunca apiles el acolchado directamente contra el tallo de la planta, deja siempre un círculo de suelo desnudo de varios centímetros alrededor de la base, que evita que la humedad quede atrapada, previniendo la podredumbre del tallo, una enfermedad fúngica que puede ser letal.
Un cultivador experto puede incluso dirigir el perfil microbiano del suelo. Durante la fase vegetativa, cuando el cannabis necesita más nitrógeno, los acolchados “verdes” y frescos (recortes de césped, trébol) estimulan las poblaciones bacterianas, que ayudan a que el nitrógeno esté más disponible. Al pasar a la floración, la planta demanda más fósforo y potasio y los acolchados “marrones” y leñosos (virutas de madera, paja) fomentan un suelo dominado por hongos beneficiosos, que a su vez acidifican ligeramente el entorno, haciendo que estos nutrientes de floración sean más accesibles para las raíces.
Cultivando en armonía con el suelo que pisamos
Hemos viajado desde la simple superficie del suelo hasta las complejas interacciones de la red alimentaria subterránea, demostrando que el acolchado es mucho más que una simple tarea de jardinería: es una declaración de intenciones, una elección estratégica que define la relación del cultivador con su entorno.
La conclusión es inequívoca: la mejor cobertura no es un producto universal, sino una decisión que depende del clima, los recursos y, lo más importante, la filosofía del cultivador. Al elegir alimentar el suelo con paja, virutas de madera o una cubierta viva de trébol, no solo estamos cultivando cannabis; estamos cultivando vida, biodiversidad y un sistema más autosuficiente que produce plantas de una calidad excepcional en verdadera armonía con la naturaleza.