Al dominar mecanismos fisiológicos como la dominancia apical y el flujo de auxinas, el cultivador deja de ser un mero espectador para convertirse en el arquitecto de su cosecha, diseñando la planta con el único fin de lograr el cogollo perfecto.
Para comprender por qué podamos, primero debemos mirar la planta como un sistema de gestión de energía. En su estado natural, el cannabis adopta una forma de “árbol de Navidad” para competir por la luz solar, una arquitectura dictada por la dominancia apical.
El meristemo superior (la punta del tallo principal) actúa como un centro de comando hormonal, produciendo auxinas que fluyen hacia abajo e inhiben el desarrollo de las ramas laterales. En un cultivo controlado, esta jerarquía es ineficiente: la punta recibe toda la luz mientras las zonas bajas quedan en sombra, produciendo flores mediocres.
La intervención mediante la poda busca romper esta tiranía, redistribuyendo los recursos para que múltiples colas compitan en igualdad de condiciones.
Rompiendo la jerarquía con la poda apical y FIM
La intervención más fundamental en la arquitectura del cannabis es la interrupción física del meristemo principal. Aquí surgen dos escuelas de pensamiento: la precisión quirúrgica del Topping (poda apical clásica) y la aleatoriedad calculada del FIM.
El Topping consiste en la eliminación completa del brote terminal, cortando el tallo principal justo por encima de un nudo deseado.
La respuesta fisiológica es inmediata y predecible: al eliminar la fuente primaria de auxinas, se rompe la inhibición de las yemas axilares situadas inmediatamente debajo del corte. La planta redirige su energía y las citoquininas (hormonas producidas en las raíces que estimulan la división celular) hacia estos brotes laterales, transformando una sola cola principal en dos nuevos tallos dominantes.
Esta técnica no solo duplica el número de colas, sino que fomenta una estructura más arbustiva y ancha, ideal para maximizar la absorción de luz en espacios con altura limitada, como por ejemplo cultivos en interior, en especial si se hace con armarios de cultivo, ya que la altura es limitada.
Por otro lado, la técnica FIM (Fuck I Missed) representa un enfoque menos invasivo pero más caótico. En lugar de cortar el tallo limpiamente, se elimina aproximadamente el 75-80% del tejido del brote nuevo, dañando el meristemo sin eliminarlo por completo.
La célula vegetal, en su intento de regeneración, a menudo produce no dos, sino cuatro o más brotes principales desde el lugar del trauma.
Aunque el FIM es menos estresante para la planta y permite una recuperación más rápida del crecimiento vertical que el Topping, sus resultados son menos consistentes. Mientras que el Topping ofrece simetría estructural, el FIM ofrece volumen bruto, siendo excelente para variedades que necesitan un estímulo para ramificar sin detener su desarrollo vertical drásticamente.

Main-lining o la poda de la simetría
Para los cultivadores que buscan la máxima eficiencia estética y estructural, el Main-lining (o Manifolding) eleva la poda a una forma de arte. Esta técnica no busca simplemente más ramas, sino la creación de un “distribuidor” de energía idéntico para cada cola. El proceso comienza con una poda apical temprana y la eliminación del crecimiento inferior, dejando solo dos tallos principales en forma de “Y”.
A través de podas sucesivas, se crea una estructura donde 8 o 16 colas se originan de un mismo punto central en el sistema vascular. Esto garantiza que cada cola reciba exactamente la misma presión de nutrientes desde las raíces, eliminando los cogollos pequeños y facilitando enormemente el manicurado post-cosecha.
Aunque requiere un periodo de crecimiento más largo para la recuperación, el resultado es una cosecha de uniformidad comercial.
Gestión de la luz y biomasa con Lollipopping y defoliación
Una vez establecida la estructura, el reto se traslada a la gestión de la eficiencia energética durante la floración. Aquí es donde entran en juego el Lollipopping y la defoliación estratégica, técnicas diseñadas para manipular la relación fuente-sumidero de la planta.
El Lollipopping aborda el problema de la penetración lumínica y la aireación. La iluminación del cultivo pierde intensidad exponencialmente con la distancia; por ende, las zonas bajas de la planta a menudo consumen más energía de la que producen mediante la fotosíntesis.
Al eliminar todo el crecimiento en el tercio inferior de la planta (dejando los tallos desnudos como el palo de una piruleta) forzamos a la planta a concentrar sus recursos limitados en la canopia superior, donde la actividad fotosintética es máxima.
Esto no solo evita la formación de cogollos palomita (pequeños y aireados), sino que mejora drásticamente la circulación de aire, reduciendo el riesgo de patógenos como la Botrytis en entornos densos.
La defoliación, por su parte, es objeto de intenso debate. Los puristas argumentan que eliminar hojas reduce la capacidad fotosintética total. Sin embargo, la evidencia en cultivos de alto rendimiento sugiere que la eliminación estratégica de hojas de abanico que sombrean los sitios de floración puede aumentar el rendimiento neto. Al exponer los cogollos inmaduros a la luz directa, se estimula el desarrollo de tricomas y densidad floral.
En el extremo más radical de esta práctica se encuentra el Schwazzing, una técnica agresiva que implica deshojar la planta casi por completo en dos momentos críticos: el día 1 de floración y el día 21 (al finalizar el estiramiento).
Datos de cultivos comparativos indican que, cuando se ejecuta correctamente en sistemas optimizados, el Schwazzing puede incrementar los rendimientos significativamente, aunque el riesgo de shock es alto si la nutrición no es perfecta.

Estrés beneficioso con Super Cropping y Monster Cropping
Más allá del corte, existe el trauma controlado. El cannabis, al ser sometido a cierto estrés, activa mecanismos de defensa que resultan en una estructura más robusta y una mayor producción de resina.
El Super Cropping implica pellizcar y doblar ramas maduras hasta romper las fibras internas sin quebrar la piel externa. La planta responde reparando la lesión con un “nudillo” o callo de tejido reforzado, que actúa como una autopista vascular mejorada para el transporte de nutrientes. Además de controlar la altura, este estrés señala a la planta la necesidad de reforzar sus defensas, incrementando potencialmente la producción de metabolitos secundarios.
En esta categoría de manipulación extrema entra también el Monster Cropping, una técnica que juega con el reloj biológico de la planta. Consiste en tomar esquejes de una madre que ya lleva unas semanas en floración y forzarlos a revertir al estado vegetativo.
El estrés hormonal de este proceso provoca que la planta resultante crezca con un vigor inusual, desarrollando una estructura extremadamente arbustiva y ramificada, como si fuera un “monstruo”. Estas plantas son ideales para llenar rápidamente grandes superficies de cultivo (SCROG), ya que generan una cantidad de sitios de floración muy superior a una planta nacida de semilla de marihuana convencional.
Combinando HST y LST para una sinergia maestra
El verdadero dominio del cultivo no reside en usar una sola técnica, sino en la capacidad de orquestar varias. Aquí es donde combinamos el Entrenamiento de Alto Estrés (HST), como el Topping o el Main-lining, con el Entrenamiento de Bajo Estrés (LST).
El HST se utiliza para definir la estructura base y multiplicar las colas, creando los cimientos de la planta. Sin embargo, estas podas traumáticas requieren tiempo de recuperación. Es en esos intervalos donde entra el LST. Mientras la planta sana de un corte apical, el cultivador utiliza el LST para doblar y atar suavemente las nuevas ramas hacia el exterior, abriendo la planta horizontalmente sin causarle estrés adicional.
Esta combinación permite mantener una canopia perfectamente plana, donde todas las colas reciben la misma intensidad de luz. El ejemplo cumbre de esta sinergia es el SCROG (Screen of Green), donde se utiliza una malla para guiar las ramas (LST) de una planta previamente podada (HST).
Al combinar la multiplicación de colas del Topping con la distribución horizontal del LST, se logra maximizar la eficiencia fotosintética por metro cuadrado, obteniendo rendimientos que ninguna técnica podría lograr por sí sola.

Un enfoque diferente para cada genética
Es imperativo distinguir entre semillas feminizadas fotoperiódicas y autoflorecientes al aplicar estas técnicas. Las variedades autoflorecientes (con genética Ruderalis) poseen un reloj biológico interno que limita su vida a unos 60-90 días, por lo que carecen del tiempo necesario para recuperarse del estrés de alto impacto.
Por tanto, aplicar un Main-lining o una defoliación agresiva a una autofloreciente suele resultar en plantas enanas y rendimientos pobres.
Este es un ejemplo de como el dominio de la poda y las técnicas de entrenamiento en el cannabis es un ejercicio de equilibrio, que requiere leer la planta, entender su genética y aplicar la técnica adecuada en el momento fisiológico preciso. Ya sea mediante la simetría arquitectónica o la gestión radical de la biomasa, el objetivo permanece inalterable: transformar la luz y los nutrientes en la máxima expresión floral posible.


